El Kintsugi es el arte japonés de arreglar la cerámica rota rellenando las roturas con una mezcla de laca y oro. También se puede utilizar plata y platino. Más allá del acto, que requiere una gran maestría, esta técnica compromete la imaginación del artesano, su sentido de la vida. Gracias a ella, la historia del objeto adquiere un nuevo significado, se hace más única, más preciosa. Por esta razón, el Kintsugi se utiliza a menudo como metáfora de la resistencia.
El año pasado deberíamos habernos reunido en Japón, entre profesionales, y ante un público infantil. Habríamos revisado nuestras obras, visualizado nuestros puntos fuertes y nuestros puntos débiles, y habríamos hecho planes para que las artes escénicas para la infancia y la juventud siguieran avanzando, como desde 1965. Y entonces llegó una pandemia mundial. En un año, nuestras vidas, nuestras visiones del mundo, dieron un vuelco. Más allá incluso de las vidas perdidas, nadie puede predecir qué tipo de cicatrices quedarán en el futuro de los niños y niñas. Nadie puede decir cómo saldrán adelante las artes.
Es necesario recordar aquí que ni los niños ni los artistas afrontan las consecuencias del COVID en igualdad de condiciones. La democracia y el apoyo público a las necesidades esenciales de las poblaciones, incluyendo el conocimiento y el acceso a las artes y a una vida cultural de calidad, son los factores de protección más esenciales contra este trauma global.
Desde mi puesto en el Comité Ejecutivo, esa desigualdad siempre ha sido evidente. Cualesquiera que sean las diferencias entre los miembros de ASSITEJ, cualesquiera que sean las identidades culturales, artísticas, filosóficas, nacionales, etc., a las que se refieran, hay quienes tienen la suerte de beneficiarse del apoyo público y quienes no.
Nuestra fuerza es hacer todo lo posible para superar esta diferencia crucial. Desde hace 55 años, ASSITEJ promueve la solidaridad entre sus miembros, en beneficio de los niños y niñas y de los artistas. Al igual que el cuenco Kintsugi, se basa en sus defectos para producir valor. No tener dinero, abogar por una minoría (los artistas) dirigiéndose a otra minoría (los niños, las niñas y los jóvenes), nos hace más independientes, más libres, más imaginativos.
Celebrar, contra todo pronóstico, nuestro congreso el próximo mes, es la expresión de nuestro poder de resistencia. Gracias a un compromiso colectivo, empezando por el de nuestros colegas japoneses, podemos reunirnos, compartir y hacer planes para ser más solidarios.
¡Únete a nosotros en el congreso y hagamos Kintsugi juntos!